Ya sé que esto que vais a leer a continuación parece que no tiene nada que ver con el mundo de las antigüedades, pero creedme, sí que tiene que ver, y mucho.
Y saco el tema a colación, porque en la última semana se me han juntado varios especímenes de «clientes», que han estado a punto de sacarme de mis casillas, y eso que soy un tío de los más tranquilos que conozco. Voy por partes, y os dejo unas recomendaciones que no sólo sirven para este tipo de tiendas, si no que creo que para todo en la vida, pues no dejan de ser elementales normas de educación:
Y lo primero, cómo no, es decir un simple «hola» o » buenos días». Qué chorrada, diréis la mayoría. Pues si supierais la cantidad de gente que entra y no dice nada…ni siquiera se dignan a mirar. Ya empezamos mal, y no me sale tratar igual a ese cliente que al que nada más entrar, saluda. Nunca vais a quedar mal diciendo «hola», así que ese es primer consejo: saludar.
Lo segundo: si vais a hacer fotos o vídeo, preguntad. Evidente, no? Pues la gente entra y me hace auténticos reportajes gráficos de las piezas de la tienda sin pedir permiso. Alucinante¡¡ Aún no he dado toque de atención a nadie por esto, porque creo que el día que empiece, ya no terminaré…
Lo tercero: no tocad nada. De nuevo una obviedad, pero de verdad, que si os lo pongo aquí, es porque parece que algunas piezas (suelen ser las mejores), tienen un imán para los manazas, que las tocan sin pedir permiso y la mayoría de las veces sin cuidado y torpemente. Si vierais la cara que se me pone cuando llega un tipo y pone la zarpa en la hoja del siglo XVII de mi espada favorita…me lo comería…
Cuarto: por favor, no entréis comiendo ni bebiendo. Ayyy, cuando veo que entra alguien con el bote de cerveza en la mano, o con el helado deshaciéndose en verano. O con el bocata llenando de migas la tienda. Con lo fácil que es quedarse fuera y terminar de comer, y luego entrar…
Y quinto y último, de momento: no entréis con niños. Ni de la mano ni en brazos, ni en carrito. No entréis con niños en una tienda de antigüedades, por favor. Un niño en una tienda como la mía acorta la vida del dueño de manera directamente proporcional al tiempo que dura el paseo del niño. Y si el niño está suelto, que hay padres que les dejan sueltos, aumentan las posibilidades de infarto de forma exponencial.
Ya sé que después de más de un mes sin hacer ninguna entrada, volver con algo así puede decepcionar a algún lector, pero es importantísimo el saber estar en una tienda que yo considero que no es un negocio al uso, si no un lugar para disfrutar de manera tranquila y sosegada. Y esas son mis recomendaciones. Podéis estar de acuerdo o no, pero son las mías. Y seguro que la mayoría de vosotros estaréis de acuerdo y os parecerán evidentes, pero si lo pongo por aquí, es porque la experiencia me demuestra lo contrario TODOS los días.