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Historia de una Menoráh

Hola de nuevo. Como podéis ver por el título, hoy os libero de contaros mis penas y alegrías. Ya sé que algunos me seguís por ver qué hago estos días y cómo voy cambiando mi modo de vida y adaptándome a mi nueva situación, tanto laboral, como social y familiar. Vamos, un cambio en toda regla, je, je, je…

Supongo que muchos sabéis que en la tienda vendía objetos de culto hebreo de una cierta antigüedad. Eran piezas muy curiosas y desconocidas para la mayoría de personas que nada tienen que ver con la religión hebrea, y que mi tío había comprado hace bastantes años. Como es normal, a base de vender estas piezas, empecé a tener cierto conocimiento de su uso, pues las había para el kiddush, hannukká, brit milá, etc, y, entre ellas, estaba la menoráh.

Para no liar mucho la cosa, de forma breve, podríamos identificar la menoráh con el típico candelabro judío de siete brazos, y no habría que confundirlo con la hannukkía, que es el candelabro de nueve brazos dedicado a la conocida celebración hebrea de la Hannukka.

Una vez diferenciados ambos objetos, paso a centrarme en el ligero repaso que quiero dar al que tengo para la venta, todo sea dicho, en depósito por la familia propietaria.

En la foto no se puede apreciar el gran tamaño de la menorah, pero mide 66 cm de alta y 57 de ancha. El diámetro de su base es de 26 cm. Se sustenta sobre una base circular y tiene un fuste abalaustrado con cuatro cuerpos. De su última parte van saliendo ramificaciones laterales con dos brazos de abajo a arriba y uno en el centro, dando forma así a los siete brazos. La decoración es a base de motivos vegetales.

El material del que está hecha es de plata con ley 916, y tiene el cuño de la ciudad de Córdoba. La dotación corresponde al siglo XVIII.

Como curiosidad añadida, me gustaría comentar que tiene una hermana gemela de idéntica factura, hecha en el mismo taller y época, depositada por el mismo propietario en el Museo-Sinagoga del Tránsito de Toledo; por eso me gusta catalogarla, cuando me lo preguntan, como una auténtica»pieza de museo».

Hala, no os mareo más. Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Espero que, al menos, hayáis aprendido a diferenciar una hannukkía de una menoráh. Con eso me doy por satisfecho. En próximas entradas os iré presentando algunos objetos hebreos de culto; nos viene bien, sobre todo a los toledanos, para ir conociendo más de una cultura que estuvo muy arraigada en nuestra ciudad.

Ciaooooo….

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