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Ahora, sí.

Llevaba ya tiempo sin aburriros los diez minutos de rigor, pero entre unas cosas y otras, no sacaba tiempo para contaros cómo iba la cosa en el «nuevo» Toledo Antiques. Y la verdad es que, de momento, vamos cumpliendo con los objetivos marcados, que no eran si no volver poco a poco al negocio e ir quitándome el gusanillo acumulado de estos años pasados.

La tienda ya sabéis todos donde está, en la calle Tendillas, 3; es un sitio de mucho paso pero, por desgracia, es eso, DE PASO; es decir, la gente pasa de largo, ja, ja, ja. Por otra parte, al no haber ningún monumento de los «importantes» cerca, no es ruta prioritaria del turismo diario, es decir, quien viene un solo día a Toledo no pasará por esta zona.

Pero en líneas generales estoy encantado con la vuelta al tajo. Ya he recuperado a muchos de mis antiguos clientes, quienes están respondiendo de diez, pasándose por aquí con relativa frecuencia a dejarse los cuartos. Se ve que ellos también me echaban de menos, ja, ja…

Y por supuesto, he descubierto un cliente que en la otra tienda no entraba ni a preguntar la hora: al toledano.

El hecho de ser un sitio de entrada al centro ha ocasionado que muchos toledanos pasen a ver la tienda, a preguntar por cosas e incluso, a comprar. Y me encanta este hecho diferencial respecto al otro negocio del barrio judío, ya que allí sólo había turistas, y el público local ni pisaba.

En fin, que vuelvo a daros la brasa una vez a la semana (o cada dos) contándoos cómo va el mundo de las antigüedades en Toledo. Os espero por las mañanas , ya que, de momento funcionamos media jornada, aunque si cualquiera quiere venir una tarde, no tiene más que llamarme al móvil, y quedamos sin problema.

Ciaoooooo

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Empezando…

Pues eso, empezando… Puede parecer algo tristona la entrada, pero para nada.

Llevo ya unos 20 días con la tienda abierta, sobre todo por las mañanas. Por la tarde, como que la gente, con buen criterio, decide que no es muy cuerdo pasearse a 40 grados a la sombra, por lo que, de momento, abro en jornada matinal, de 11,00 a 13,45, para no estresarme demasiado, ja, ja, ja…

La verdad que qué diferente es este sitio si lo comparamos con el otro. Al ser la calle Tendillas una de las entradas más importantes al casco, pues canaliza a la gente que viene por las escaleras mecánicas, hay un incesante paso de grupos y, sobre todo, toledanos. Y me hace gracia porque por la tienda del barrio judío pasaban muy pocos toledanos andando, mientras que ahora tengo un escaparate de lujo desde el que observar al toledano de a pie. Hasta el nuevo alcalde pasó el otro día por delante (y muy cortésmente me dio los buenos días, dicho sea de paso).

También es cierto que, al llegar la gente cansada de subir la calle, muchas veces ni se fijan en la tienda. Lo entiendo, pues muchos llegan reventados y no pueden ni respirar. Será cuestión de, poco a poco, ir captando su atención encontrando los objetos que puedan resultar más atractivos, ya que creo se ve demasiada cerámica desde fuera y parece una tienda exclusivamente de cerámica. Seguiremos probando.

Al fin y al cabo, no dejo de estar probando cada día que pasa. Ensayo y error. Así debo estar los próximos meses para ir afinando el negocio , aunque, de momento, estoy encantado con la vuelta a «mi mundo» de las antigüedades, recordando viejas conversaciones, clientes, proveedores, etc..

Otra gran diferencia que he notado es que ahora estoy en un vecindario; no es que en el otro lado no lo estuviera, pero es que aquí ya se me han presentado multitud de vecinos, lo que me encanta, pues puedo conocer ese Toledo vecinal al que no tenía acceso en c/Reyes Católicos, ya que allí vivíamos de espaldas al toledano y mirando más al turista. Es un placer poder saludar a diario a l@s chic@s de La Clandestina, a Rafa, el de la carnicería y a la gente del Barten. Desde luego, más juntitos no podemos estar, ja, ja…

Bueno, creo que ya os he puesto un poco al día. En resumen, estoy muy contento, aunque quizá entra menos gente de la que pensaba en un primer momento. Como dije por ahí arriba: seguiremos probando.

PD-Ahí os dejo una foto de lo que ven los que suben, pero sin estar yo, claro…

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Ángel Pedraza Móriz

Hola de nuevo ¡¡

Estoy estos días bastante liado con revisar, colocar, recatalogar, clasificar y todo lo que os podáis imaginar que estoy haciendo con todo el género que se me acumula en diferentes lugares, tanto en mi casa como en otros sitios. Y es que necesito un almacén o local para guardar-exponer-vender todo lo que tengo. ¿Alguien tiene algo barato que se ajuste a mis necesidades?¿Alguien tiene un local desaprovechado que me ceda-alquile una parte? Estoy abierto a todas las posibilidades. Si algun@ os animáis, contactadme por privado.

A todo esto, que me enrollo, venía por aquí a contaros que, entre el millón de cosas que tengo, he redescubierto dos platos de cerámica que me encantan. Más típicos toledanos no pueden ser, tanto por su temática, como por su estilo, como por, y es lo más importante, su «creador». Los podéis ver por aquí y, de paso, dejadme vuestra opinión en comentarios

Éste es Angel Pedraza Móriz, y sobre él va la entrada de hoy. Uno de los ceramistas más importantes en la historia de Toledo no podía pasar por este blog de refilón, así que aprovecharé los dos platos que tengo para contaros algo de su vida.

Toledano de pura cepa, pues nace en nuestra ciudad en 1889, se cría en la Calle de Pozoamargo. Su padre tenía una tienda de antigüedades en la Casa de Mesa (otro del gremio). Eduardo Glez-Sepúlveda, principal fuente de estudio de la obra y vida de Pedraza, nos cuenta que, por la experiencia que tuvo como monaguillo en su juventud, se vio influido para toda su vida por el arte religioso.

Con 14 años ingresó en la Escuela de Artes y Oficios de Toledo, donde tuvo profesores de la talla de Matías Moreno y de Sebastián Aguado. Alrededor de los 26 años y, tras haber hecho el servicio militar en Melilla durante dos años, decide instalarse por su cuenta mientras compagina su actividad artística junto a la docencia, impartiendo clases de cerámica y vidriería.

Uno de sus primeros encargos serán las yeserías de la nueva estación de ferrocarril de Toledo. Con el dinero obtenido por este trabajo, compra su casa en la calle Recogidas, que reformará para que sirva a la vez de fábrica de loza con hornos incluidos. Este taller hará que termine dejando su labor de enseñanza y se centre en su trabajo, donde llegó a emplear varios obreros durante los 15 años que duró su taller, pues al estar próximo al Alcázar, durante la guerra civil fue bombardeado y destruido, y nunca volvió a reconstruirlo.

En ese tiempo, realiza la decoración exterior de los talleres de la Fábrica de Armas y los paneles que decoran (o decoraban) parte de la fachada de la Casa Marín, en la calle Toledo de Ohio.

También participó en la decoración de las estaciones de Aranjuez y Algodor, entre 1924 y 1926. Según González-Sepúlveda, a finales de los años veinte «Llegó a juntar la fábrica de cerámica cinco hornos, dos para cerámica ordinaria, bizcocho y mayólica, otro para cerámica de reflejos metálicos y otros dos más pequeños para los esmaltes». Exportaba a USA, y producía para el Jardín de Ciudad Real, y multitud de trabajos para la Iglesia.

Entre el 1931-33 aportó toda la cerámica decorativa del Cristo De la Vega , mientras que Julio Pascual (lo veremos en otra entrada) lo hizo con el hierro forjado.

Terminada la guerra, con su fábrica destruida y sin ánimo para reconstruirla y empezar de nuevo desde el principio, retomó sus clases en la Escuela de Artes, hasta que se jubiló, en 1959, muriendo dos años después.

Disculpadme por resumir en tan pocas líneas la vida de uno de los ceramistas más influyentes de la cerámica toledana, pero ya sabéis que sólo intento que os entretengáis diez minutos descubriendo parte de la historia de nuestra ciudad y de aquellos que la formaron con sus actos y su obra.

Hasta la próxima